Mientras el mundo asiste a la 29ª Cumbre del Clima en Azerbaiyán (11-22 nov), la urgencia de hacer frente al cambio climático está más clara que nunca. Con el aumento de las temperaturas, el calentamiento de los océanos, los fenómenos meteorológicos extremos y la pérdida creciente de biodiversidad en esta conferencia hay mucho en juego.

La atención se centra en la financiación, desde las energías renovables hasta la adaptación al clima. Pero tras más de 22 años de negociaciones internacionales sobre el clima, la falta de voluntad política, de audacia y de unanimidad hacen que aún no haya acuerdos vinculantes sobre la eliminación progresiva de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas, que son los que más contribuyen al cambio climático. Según un estudio reciente de la Universidad de Harvard, una de cada cinco muertes en el mundo se debe a la contaminación atmosférica que provocan.

Las cosas pueden ser diferentes, como demuestra el Protocolo de Montreal, por el que 198 países se han comprometido desde 1987 a eliminar el uso de propelentes que agotan la capa de ozono.

El sector financiero tiene un desafío global que no debemos subestimar. Aunque muchas instituciones financieras pregonen sus inversiones en energías renovables como prueba de su estrategia de sostenibilidad y hagan promesas climáticas prometedoras, esos esfuerzos se ven socavados a menudo por la financiación simultánea y a gran escala de proyectos de petróleo, gas y carbón. De esta forma, miles de millones fluyen sin obstáculos hacia esas industrias. Solo en 2023 el sector financiero aportó 650.000 millones de euros en la financiación de combustibles fósiles, ya sea directa o indirectamente a través de los mercados de capitales.

Esta estrategia ambigua -financiar tanto los combustibles fósiles como las energías renovables- no solo es contradictoria en lo que respecta a la transición energética, sino que, en mi opinión, es fundamentalmente errónea. El sector financiero tiene un papel central que desempeñar como financiador y también como guardián de la estabilidad económica futura. La necesaria aceleración de la sostenibilidad de nuestra economía y nuestra sociedad no será posible mientras el apoye a industrias que consiguen exactamente lo contrario.

Un argumento habitual utilizado por los grupos de presión contra la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es que para evitar que caigamos en una crisis energética todavía serán necesarias inversiones nuevas en la exploración y producción de petróleo, gas y carbón en un futuro previsible. Sin embargo, la comunidad científica confirma que ya hay suficiente petróleo, gas y carbón en producción para cubrir las necesidades mientras el

mundo se orienta hacia las energías renovables. También hay potencial suficiente de energías renovables en todas las regiones del mundo para garantizar el acceso a la energía para toda la sociedad y, además, los países ricos pueden ahorrar una gran cantidad de combustibles fósiles si se utiliza menos energía o si se usa de otra forma.

La inversión en nuevas prospecciones y producción de petróleo, gas y carbón inhibe la transición energética al fomentar el uso de combustibles fósiles y no se destinan esas inversiones a tecnologías limpias. Como parte de una transición energética justa y equitativa, los países más ricos tendrán que apoyar a los menos prósperos en su transición. Eso requerirá visión, valentía y unidad por parte de todas las partes implicadas para asegurarnos un planeta habitable para las generaciones futuras.

La cumbre sobre el clima de Azerbaiyán ofrece una oportunidad para que el sector financiero mundial exprese el compromiso claro desacelerar la retirada progresiva de las inversiones en combustibles fósiles en favor del aumento de las inversiones en energías renovables en los próximos años se. Soy muy consciente de que esta transición llevará tiempo, , pero ante todo requiere la elección del principio de acelerar la eliminación progresiva de la financiación de los combustibles fósiles. Y empezar ya.

Como líderes del sector financiero, nos lo debemos como sociedad y a las generaciones futuras para contribuir activamente a un clima apto en un planeta habitable. La eliminación progresiva del uso de la energía fósil desempeña un papel crucial en ello.

También tiene mucho sentido desde el punto de vista financiero. El panorama energético mundial está en cambio constante y rápido y las tecnologías de energías renovables son cada vez más rentables. En muchas regiones las energías renovables son ya una inversión mejor que los combustibles fósiles. A medida que las economías de todo el mundo adoptan la sostenibilidad, los activos de combustibles fósiles corren el riesgo de quedar varados. Las instituciones que no reconozcan ese cambio podrían sufrir pérdidas financieras grandes con el tiempo, a medida que el mundo se oriente hacia alternativas más ecológicas.

Es hora de que el sistema financiero mundial asuma la responsabilidad de cambiar activamente los flujos de financiación mundiales de las energías fósiles a las renovables. Como sector podemos hacer una contribución importante a un planeta habitable para las generaciones futuras. Asumamos esa responsabilidad en la COP 29.

Jeroen Rijpkema es consejero delegado de Triodos Bank