En el sector financiero esta práctica no solo es engañosa, sino alta y potencialmente dañina, porque puede desviar inversiones en iniciativas genuinamente sostenibles hacia otras de apariencia verde y que en realidad no lo son tanto, tal y como ha puesto de manifiesto ESMA en su Informe final sobre Greenwashing. En un entorno en el que todo el mundo habla con preocupación creciente sobre el cambio climático y la sostenibilidad es fundamental que las entidades financieras adopten un enfoque honesto y transparente en sus prácticas y comunicaciones para que sea posible tomar decisiones conscientes de consumo y de inversión.

En los últimos años hemos visto cómo se implementan normativas que pretenden combatir ese ecolavado de cara y que promueven la transparencia y la responsabilidad en el sector financiero para un uso responsable de los flujos de capital. La próxima ley de Consumo Responsable en España obligará a las empresas a ser transparentes y precisas en sus afirmaciones sobre sostenibilidad y recogerá la ambición de las directivas europeas en materia de greenwashing y empoderamiento de las personas consumidoras.

Concretamente, las empresas financieras deberán evitar declaraciones vagas o sin respaldo que puedan inducir a error al presentar un producto financiero como ecológico o social cuando en realidad no exista una adicionalidad material respecto a un desarrollo de ese tipo. Hemos visto, por ejemplo, el caso de la una emisión de bonos verdes por parte de una empresa petrolera que se ha disfrazado de inversión sostenible cuando en realidad el inversor financia a la petrolera y como tal, a actividades dañinas.

La Ley española de Consumo Responsable fomenta una mayor rendición de cuentas e insta a las empresas a realizar un análisis exhaustivo de su impacto ambiental y social, y a comunicarlo de manera clara y verificable.

También se intenta poner rigor desde la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA), que ha desarrollado una hoja de ruta para mejorar la supervisión de las divulgaciones relacionadas con los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) para asegurar que las empresas no solo cumplan con las regulaciones, sino que también adopten una cultura corporativa que valore la sostenibilidad de manera auténtica. Esto implica una evaluación rigurosa y continua de las prácticas corporativas, así como la implementación de políticas que promuevan la sostenibilidad a largo plazo.

No puedo dejar de mencionar la CSRD (Corporate Sustainability Reporting Directive), directiva europea que extiende los requisitos de reporte de sostenibilidad a una gama más amplia de empresas, con la obligación de proporcionar información detallada sobre su impacto ambiental y social. La CSRD es una herramienta clave para garantizar que los informes de sostenibilidad sean precisos y exhaustivos y permitan decisiones informadas de consumo e inversión. Esto no solo ayuda a identificar y evitar el ecolavado de cara, sino que promueve también la competencia entre las empresas para mejorar sus prácticas de sostenibilidad.

La verdadera prueba para la industria financiera no es solo cumplir con las normativas, sino adoptar una transformación genuina hacia la sostenibilidad. Este enfoque debe ir más allá de la simple presentación de informes o de la adopción de políticas superficiales. Las entidades deben integrar la sostenibilidad en su estrategia central lo que incluye la gestión de inversiones, la operación diaria y la cultura organizacional. Esto requiere un compromiso a largo plazo para reducir las emisiones de carbono, proteger los recursos naturales y contribuir positivamente a las comunidades locales.

Quienes solo buscan "quedar bien en la foto" o “ser la belleza del baile” serán fáciles de identificar por unas comunidades consumidoras e inversoras más conscientes y exigentes. La transparencia en la divulgación de prácticas y el impacto ambiental, social y de gobernanza es esencial. Las empresas deben ser capaces de demostrar de manera concreta cómo sus políticas y acciones están alineadas con los objetivos de sostenibilidad. Esto no solo ayuda a construir confianza, sino que es crucial para el éxito a largo plazo en un mercado cada vez más enfocado en la sostenibilidad.

Cada persona y la sociedad en general juegan un papel crucial en la lucha contra el greenwashing. La demanda de transparencia y responsabilidad impulsa un cambio en el comportamiento corporativo. Las empresas que no adopten prácticas sostenibles genuinas no solo se arriesgan a perder la confianza de sus clientes, sino que pueden enfrentarse a sanciones legales y financieras. La educación y la conciencia son esenciales para que se pueda distinguir entre las empresas que realmente se comprometen con la sostenibilidad y aquellas disfrazadas con preciosas máscaras de sostenibilidad, que solo buscan ventajas, pero sin avanzar de verdad en ese camino.

En el sistema financiero el greenwashing es una práctica que debe ser erradicada para promover un cambio real y significativo hacia la sostenibilidad. Las nuevas normativas, como la Ley de Consumo Responsable, la Hoja de Ruta de la ESMA y la CSRD, ofrecen un marco crucial para fomentar la transparencia y la responsabilidad. Sin embargo, para que esas regulaciones sean efectivas, las empresas deben ir más allá del mero cumplimiento y adoptar una transformación profunda hacia la sostenibilidad genuina. Las entidades financieras deben asumir sin dilación su papel en la creación de un futuro más sostenible. Así como demostrar que sus compromisos con la sostenibilidad son más que palabras vacías.

Es el momento de actuar. El marco regulatorio ofrece, sin duda, una gran oportunidad para promover políticas honestas de sostenibilidad en el sector y quienes que no lo hagan verán caer sus máscaras a manos de una sociedad cada vez más vigilante.

Montserrat Morales, directora Económica y de Organización de Triodos Bank España

Esta columna ha sido publicada originalmente en El Confidencial