De este viaje, de esa travesía que cambió su vida, y que reforzó su compromiso por la conservación de la naturaleza, nacieron otros proyectos como Expedición Nemo, en la que nadó entre los cinco continentes para llamar la atención sobre la importancia de los océanos. Su última expedición, España Azul, ha sido un reto científico para estudiar la contaminación por plásticos y microplásticos en la costa española.
Con afán de servir de puente entre ciencia, aventura y divulgación, Dean es, además, autor de varios libros y divulgador. Su mensaje ha recorrido universidades, centros de investigación e instituciones públicas. ¿Su propósito? Mostrar que el futuro de la humanidad está directamente vinculado a la preservación del entorno natural y que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de ser parte del cambio.
La conversación que sigue es el resultado de un encuentro en vivo con Nacho Dean organizado por Triodos Bank. Dialogamos sobre sostenibilidad, sobre cómo nuestras decisiones afectan al planeta y sobre las oportunidades que tenemos para ser agentes activos en la construcción de un futuro mejor.
Pregunta. Muchas gracias por acompañarnos hoy. Me gustaría empezar un poco por el principio. ¿La aventura se nace o se hace? ¿Cómo comenzaste en este camino?
Respuesta. Bueno, muchas gracias, en primer lugar, por la invitación. Es un placer estar con todos vosotros en una fecha tan especial como es el 20 aniversario, que se dice rápido, pero son 20 años de trayectoria. Y gracias también a todos vosotros por estar aquí, compartiendo valores, propósito, misión, que creo que son conceptos que a todos nos resuenan. Respondiendo a tu pregunta, yo diría que todos nacemos aventureros, y luego está en nuestra responsabilidad el seguir siéndolo o dejar de serlo. Creo que como especie, el ser humano lleva en el ADN un ADN explorador. Desde que bajamos del árbol en África, empezamos a extendernos por el resto del planeta, a adentrarnos en territorios inexplorados y desconocidos. Y también, como individuos, desde que somos pequeños, llevamos en el ADN el aprender a caminar, a leer, a reconocer el entorno que nos rodea, a relacionarnos con los demás. Pero es verdad que conforme vamos creciendo, a veces renunciamos a ese espíritu de aventura por otros valores, como la comodidad, la seguridad, el confort. Vivimos tiempos de cambio, tiempos de incertidumbre, y creo que precisamente ese espíritu de exploración es más necesario que nunca. Y también el compromiso. Ante esta incertidumbre, ante este futuro que parece tan incierto, tenemos la oportunidad de ser actores, de jugar un rol activo y escribir el futuro que queremos ver, trabajar por el futuro que queremos ver.
P. Tú eres hijo de marino y has vivido en muchos lugares del mundo. ¿Cómo influenció tu infancia en tu amor por la aventura y la naturaleza?
R. Yo soy hijo de marino, nací en Málaga hace ya más de 40 años, peino algunas canas, y debido a ser hijo de marino, he vivido en más de 20 lugares diferentes. Crecí rodeado de souvenirs de todo el mundo: máscaras y lanzas africanas, cuberterías de Tailandia, bandejas de Egipto. Me inculcaron siempre la pasión por la lectura, libros de Julio Verne, de Rudyard Kipling, de Jacques Londo. Crecí viendo también documentales, como los de Miguel de la Cuadra Salcedo, Laura Taquetxal, Al filo de lo imposible, de Sebastián Álvaro, el maestro naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, El hombre y la tierra. Y este chico fue creciendo y me di cuenta, cuando ya era joven, que donde más me gustaba pasar el tiempo era al aire libre, en la montaña, en contacto con la naturaleza. Así que empecé a hacer rutas a pie, como diferentes variantes del Camino de Santiago, la transpirenaica, estuve por encima del círculo polar ártico, en Laponia, en el desierto del Sáhara. Poco a poco, de un modo extra-académico, la aventura, los viajes, la exploración, los retos, los desafíos, la naturaleza, fueron formando parte de mi bagaje y de mi personalidad.
P. En tu camino de exploración, ¿cómo llegaste a la decisión de emprender tu gran reto de dar la vuelta al mundo caminando?
R. Llega un momento en el que tú decides utilizar ese canal, que ya estás utilizando también para promover la conservación de la naturaleza, para divulgar. Y hay como tres hazañas de las que a mí me gustaría hablaros. Además de la vuelta al mundo a pie, he tenido otros dos retos muy importantes. A lo largo de mi vida, al haber vivido en tantos lugares y haber visto tantas cosas, también por esa educación más bien "extra-oficial" o "de la vida", llega un punto en que todos nos planteamos qué hacer con 18, 20, 21 años, qué carrera estudiar, qué camino tomar para el resto de mi vida. Me fui dando cuenta de que tenía unas aspiraciones vitales, que la vida tenía que ser algo más que simplemente pasar por el mundo. Me costó mucho encontrar la conexión entre lo que hacía y quién era. Pero un día dije: este soy yo y esto es lo que quiero. A mí lo que me gusta es hacer expediciones, eso le da sentido a mi vida, y sobre todo con el compromiso de cuidado del medio ambiente. Así que el 21 de marzo de 2013 comenzaba una expedición que me llevó a dar la vuelta al mundo caminando. Partí desde el kilómetro cero, en la Puerta del Sol, en Madrid, rumbo al este. La vuelta al mundo caminando es un concepto romántico, pero la primera noche no llegué muy lejos, la pasé entre Pinto y Valdemoro, literalmente. Y poco a poco, paso a paso, recorrí España, Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Irán, India, Nepal, Bangladesh, Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia, Australia, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, México, Estados Unidos, Portugal, y tres años después, llegamos nuevamente al kilómetro cero en la Puerta del Sol por el oeste, por la calle contraria. Después de recorrer cuatro continentes, 31 países, 33,000 kilómetros, 12 pares de zapatillas, perder 12 kilos de peso, miles de aventuras, pero con un claro y firme propósito: lanzar un mensaje de conservación del medio ambiente.
P. Es fascinante todo lo que has recorrido y aprendido. Y tras la vuelta al mundo, ¿qué sigue en tu camino de exploración?
R. Claro, la vida sigue, la aventura continúa. Había dado la vuelta al mundo a pie, pero tenía nuevos proyectos. Yo miraba el globo terráqueo y veía que el 70% del planeta era agua. Entonces, muchas veces me preguntaban, "Has dado la vuelta al mundo andando, pero ¿cómo pasaste de Sidney a Chile?" Yo les decía que, bueno, tuve que coger un avión sobre el Pacífico, y otro de Nueva York a Lisboa sobre el Atlántico, porque lo de andar sobre el agua lo entendí, pero me hundía. Así que me di cuenta de la importancia del océano, empecé a investigar y entendí la relevancia que tiene el mar para nuestra salud y nuestra economía. Los océanos son los pulmones del planeta, no el Amazonas como se cree, son los que más oxígeno emiten, los que más CO2 capturan, son fuentes de biodiversidad, regulan las temperaturas. Así que diseñé un nuevo proyecto que llamé Expedición Nemo, con el que uní nadando los cinco continentes, para lanzar un mensaje de conservación de los océanos. El primer día que me tiré a la piscina nadé cuatro largos y dije, ¿dónde me he metido? Pero esa dificultad a la vez era un aliciente. Pasé a ser pez, venía de la tierra, de la montaña, todo lo que sabía no me servía para nada, fue como empezar de cero. Y tras más de 2,500 kilómetros nadando y dos años, crucé el estrecho de Gibraltar, desde España a Marruecos, nadé de Grecia a Turquía, uniendo Europa con Asia, crucé el estrecho de Berín sobre el círculo polar ártico, desde Alaska hasta Rusia, uniendo Asia con América, el mar de Bismarck, de Papua a Papua Nueva Guinea, Asia con Oceanía, y el quinto y último cruce fue el Mar Rojo, de Egipto a Jordania, uniendo África con Asia. Cerraba el círculo y me quitaba esa espinita pendiente con el océano. También puse en el foco la importancia de los océanos, que somos seres de tierra, y que cada vez nos damos más cuenta, con la economía azul, de su relevancia.
P. A lo largo de tus viajes, ¿qué has visto sobre el estado actual del planeta? ¿Cómo lo describirías?
R. He comprobado la cara y la cruz. He visto que vivimos en un hermoso planeta, espectacular. Ahora que estamos con la carrera espacial, buscando vida en otros planetas, si descubrimos un planeta como la Tierra, nos quedaríamos sentados en la sombra. He visto auroras boreales en el polo norte, abrí la puerta de la tienda en las selvas de Mindo, en Ecuador, y vi toda la jungla iluminada con miles de luciérnagas verdes, cientos o miles de especies con las que compartimos el planeta, delfines, ballenas, orcas, morsas, focas, quetzales, infinidad de especies. Y a la vez he visto lo castigado que está como consecuencia de la actividad humana. He podido ver el impacto del cambio climático, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, los altos niveles de contaminación por CO2, por vertidos químicos, por plástico. Cuando ves la cara y la cruz, a mí siempre, como decía, me surge la duda de qué punto lanzo el discurso o intento concienciar. Para mí es muy importante hacerlo desde la esperanza, desde un mensaje positivo, siempre respaldado con datos científicos, con una evidencia rigurosa, es decir, no desde un punto de vista opinable o ideológico, sino desde la realidad objetiva. Pero hacerlo desde un punto de vista optimista, de que hay esperanza, de que la solución está en nuestras manos, y, bueno, que tampoco hay mucho tiempo que perder.
P. Hablando de sostenibilidad, ¿qué es lo que has aprendido de tus viajes? ¿Qué grandes amenazas has visto?
R. Bueno, hablando de las tres grandes amenazas, he podido ver el cambio climático de manera muy palpable. Por ejemplo, cruzando el Estrecho de Berín, desde Alaska hasta Rusia. Este es uno de los lugares donde más he visto los efectos del calentamiento global. En el Estrecho de Berín, hay dos islas, las islas Diómedes, entre las cuales hay 4 kilómetros. Cuando llegas a la mitad, estás en dos continentes diferentes. Entre las islas hay una línea de cambio de fecha. Es interesante porque para visitar esas tierras necesitas una carta de invitación del Consejo de Sabios Inuit, los pobladores originales de estas tierras. Viví con ellos, observé cómo las casas las están retirando más tierra adentro, para evitar las embestidas del oleaje en invierno. Las especies de las que viven, como los osos polares y las focas, se están retirando al norte buscando aguas más frías, y aparecen especies invasoras que provienen de aguas más cálidas. Es una muestra más de cómo el cambio climático está afectando directamente a la vida humana y animal.
P. ¿Qué podemos hacer a nivel individual para contribuir a un mundo más sostenible?
R. A nivel individual hay muchas cosas que podemos hacer. No se trata tanto de "salvar el planeta", porque el planeta va a seguir existiendo con o sin nosotros. Lo que debemos salvar es la naturaleza, porque nosotros somos una parte más de un sistema muy complejo de relaciones, y somos los últimos en llegar. La naturaleza puede existir sin nosotros, pero nosotros no sin ella. Es importante que nos demos cuenta de esa conexión. Desde el modo en que nos desplazamos, hasta el consumo responsable, todo lo que hacemos es consecuencia de nuestros actos, nuestras creencias, nuestros valores. Podemos hacer muchas cosas como caminar, usar el transporte público, consumir productos locales y de temporada, evitar los plásticos, colaborar con organizaciones que promuevan el respeto al medio ambiente. Las pequeñas acciones, sumadas, tienen un gran impacto.
P. ¿Y qué opinas sobre el papel de las empresas en este cambio hacia la sostenibilidad?
R. Las empresas tienen un papel fundamental. A través de la innovación y la creatividad, pueden generar un impacto positivo en el entorno. El sector privado puede contribuir a combatir el calentamiento global utilizando energías alternativas, como la solar, eólica, geotérmica, maremotriz, el hidrógeno verde. También deben tomar medidas para reducir la pérdida de biodiversidad y la contaminación, utilizando materiales más sostenibles, siguiendo certificaciones que garanticen la sostenibilidad de los ecosistemas. Las empresas, al igual que la ciudadanía, deben actuar de manera responsable. Es importante que todos los sectores trabajemos juntos para que el cambio sea efectivo.
Pregunta del público:"Una cosa que yo noto cuando he vivido en otros países o que he pasado tiempo fuera, es que cuando vuelvo yo he cambiado y los otros de alrededor no han cambiado tanto. Valoro otras cosas y las valoro de otra manera. ¿Cuál ha sido tu experiencia de este respecto?"
Respuesta: Es verdad, cuando viajas, yo creo que viajar es una de las grandes universidades de la vida. Aprendes muchísimas cosas, te cambia la mentalidad, la perspectiva, coges otro ángulo, te das cuenta de que la realidad puede ser de muchas maneras diferentes. Aquí vivimos en nuestro metro cuadrado, pero cuando sales, y eso es muy interesante también para crecer, desde el ámbito del crecimiento y el desarrollo personal, salir del entorno en el que estás cómodo, ponerte desafíos, porque solo en la adversidad tú creces. Entonces, es verdad, tú evolucionas, has crecido, has vivido una serie de experiencias, has conocido unas personas, unas culturas, no solo en la vuelta al mundo de fuera, es la vuelta a tu mundo interior. Y claro, cuando llegas, pues aquí todo sigue igual, todo más o menos normal. Como es habitual, ¿no? Todo más o menos normal. Entonces, una de las dificultades es adaptarte. A mí me costó adaptarme, no tanto mentalmente, que estaba feliz, contento, satisfecho, de haber cumplido el reto de la vuelta al mundo a pie, pero me costó físicamente. Por ejemplo, cuando me subía a un coche me mareaba, seguía durmiendo en el suelo. Estuve semanas durmiendo en el suelo, porque llevaba años durmiendo en una tienda de campaña. Entonces, la cama me pareció un invento muy aparatoso. Eso de las sábanas, la manta... Seguía durmiendo en el saco porque me hacía sentir todavía la aventura. El oír un ruido a mi espalda y girarme, llevaba mucho tiempo al aire libre. A veces, detrás había un animal o un peligro. Entonces, bueno, me costó un poco relajar ese nivel de intensidad y de alerta.
Pregunta del público:"Has hecho esto en solitario. ¿No hubiera sido mejor hacerlo con otras personas?"
Respuesta: En algunos momentos, sí, seguro. ¿Qué ocurre? Es un proyecto vital. Entonces, una de las dificultades es el ejercicio de desprendimiento, de renuncia. Tienes que dejar todo: casa, trabajo, familia, amigos, soltar miedos también, ¿no? ¿Qué será de mí? ¿Volveré? Si vuelvo, ¿seré capaz de adaptarme? Entonces, es una decisión vital, tan profunda, que es algo que tienes que sentir muy dentro de ti, una llamada de la vida y de la aventura. Es verdad que he caminado con miles de personas que he conocido en muchos países, pero bueno, ha sido una vuelta al mundo a pie en solitario, en el sentido de que empecé y terminé en solitario, sin asistencia, que no iba con coches de asistencia, e ininterrumpidamente. No recorría un país, volvía a casa, a otro país, sino que hice todo continuamente porque yo quería una aventura con mayúsculas. Quería una inmersión absoluta en el viaje.
Pregunta del público:"¿Cuál ha sido para ti la mejor y la peor experiencia de todos tus viajes?"
Respuesta: Vamos a empezar por lo peor. He vivido momentos muy extremos, muy al límite. He vivido momentos en los que, bueno, me han asaltado con machetes. La aventura está muy bien, como digo, el ponerse a prueba, empujar tus límites, ver si eres capaz de cruzar un desierto, escalar una montaña, pero hay una línea muy fina en la que ya poner la vida en riesgo no es tan apetecible ni gracioso. He vivido momentos muy al límite, de asaltos con machetes, presencia de un atentado terrorista en Dhaka, en la capital de Bangladesh, estuve a punto de acabar en prisión, acusado de espionaje por culpa de unas fotografías en la frontera entre Armenia e Irán, contraje la fiebre chikungunya en Chiapas, no voy a seguir porque os hago spoiler del libro. Pero bueno, vives momentos muy, muy al límite. Pero lo interesante, más allá de la atracción o del morbo del momento, son las reflexiones que vienen. Es el compromiso que tú adquieres con tus proyectos, hasta dónde estás dispuesto a llegar para cumplir con ese objetivo que te has propuesto. Y, obviamente, detrás de un día malo, siempre viene uno bueno. Así que con esa actitud, vas afrontando las adversidades. Los momentos buenos, pues todos los demás, amanecer en mitad de la nada, los cientos de amaneceres y atardeceres que he visto, lunas llenas, cielos estrellados, auroras boreales, y compartirlo con todas las personas que he conocido. Yo creo que la humanidad es el mayor tesoro de mi viaje, sin duda.
Pregunta del público:"¿Ha habido alguna conversación que te haya impactado especialmente?"
Respuesta: Muchas. A ver, me viene a la mente, por ejemplo, cruzando India. La India es un país muy diferente. La religión que hay allí, pues son el hinduismo, Ganesha, Hanuman, dioses con cabeza de mono, de elefante... Tienes conversaciones a veces que no sabes, son muy oníricas, como de película. Una sociedad de castas, también, en la que hay distintos escalafones. La travesía por India fue muy difícil en la primera mitad, porque simplemente cuestiones tan básicas o prioridades como comer, dormir, tu higiene, y tu seguridad se vuelven grandes preocupaciones. Es como el Libro de la selva, el de Rudyard Kipling, de Mowgli y Bagheera, es ahí. Vas a poner tu tienda de campaña y hay tigres, hay elefantes, entonces tienes que llamar a una puerta para buscar cobijo. Recuerdo que llevaba una etapa caminando como 80 kilómetros en un solo día y se hizo de noche. No veía un sitio donde dormir. Estaba cruzando una pequeña población y en la sombra, en la penumbra, había un hombre que me preguntó, en esa mezcla de hindi e inglés, "Where are you going, man?" Le dije, "Estoy buscando dónde dormir, si te digo la verdad". Me había fijado que al alto de una colina había una lucecita, una casa. Me dijo, "Wait here, espérate aquí cinco minutos". Subió y a los cinco minutos bajó y dijo: "Ok, acompáñame". Subimos arriba, me senté en una silla que había en el porche, en la entrada, y había más gente. De repente sale un hombre, se pone todo el mundo de pie, me voy a poner yo también de pie, no vaya a parecer que soy un maleducado. Y resulta que era un militar muy conocido, perteneciente a las clases altas de la sociedad india. A partir de ese momento, mi travesía por India dio un giro. Él había estado en Europa, conocía las dificultades por las que estaba pasando, y me dio su tarjeta. Me dijo: "A partir de ahora, en todas las poblaciones por las que pases, te vas al cuartel y al que veas con más rango, le das mi tarjeta". A partir de ese momento, mi travesía por India fue completamente diferente. Empecé a dormir en cuarteles, a tener sirvientes. Fue una situación, muy diferente. Esas son las cosas que aprendes en el camino.
¡Muchas gracias por tu comentario!
Por favor, confirma tu comentario haciendo clic en el enlace del e-mail que has recibido.