Miguel Espinosa, director de Marketing y Ventas de Vegaverde, nos cuenta la historia de esta empresa familiar que se ha convertido en un referente de la agricultura ecológica. No te pierdas la entrevista a este “rebelde positivo”, que está convencido de que puede ganarse la vida y contribuir al bienestar del personal, del entorno y de quienes consumen sus productos.
¿Cómo se consigue ser un productor de gran volumen como Vegaverde sin descuidar el valor de lo ecológico?
Tenemos un vínculo especial con la agricultura desde hace generaciones y por eso siempre hemos tenido en cuenta el tema medioambiental. Nuestro trabajo se desarrolla en base a conocimientos de la agricultura tradicional y también de nuevas técnicas de cultivo respetuosas con el medioambiente.
Creemos que hacer negocio no tiene por qué estar reñido con el cuidado del medioambiente o de las personas. Nos involucramos a lo largo de toda la cadena de valor -producción, embalaje y comercialización-, por lo que tenemos un control óptimo de los procesos.
¿Qué tenéis en cuenta, desde la perspectiva social en relación con los trabajadores y trabajadoras de la empresa?
En la empresa damos mucha importancia a la estabilidad laboral. A diferencia de otras compañías en el sector, trabajamos durante todo el año y así reducimos la temporalidad en el empleo. Tanto en la planta de envasado, en la que trabajamos toda la gama de cítricos, como en la producción. Por ejemplo, tenemos un equipo permanente de poda.
En definitiva, aseguramos el calendario de productos europeo con alimentos de cercanía y reducimos la temporalidad. Esto supone un beneficio para todo el equipo.
¿Contáis con alguna certificación social, aparte de las ecológicas?
Contamos con varios certificados, algunos específicos para mercados concretos como los de Biosuisse para Suiza o Naturland para el mercado alemán.
Una certificación con la que también cumplimos y que abarca solo aspectos sociales es el Global Grasp, que recoge con rigor las distintas obligaciones sociales que ha de cumplir una organización y que garantiza un compromiso con la salud, la seguridad y el bienestar de las personas de la plantilla.
Vegaverde se remonta a 1925, con la familia agricultora y ganadera Espinosa Vega. ¿Qué os motivó a convertiros a la producción ecológica certificada?
Si la industria alimentaria en general no se actualizara al ritmo que lo hace la sociedad, algo no estaríamos haciendo bien. Por suerte, cada vez hay más conciencia, tanto entre la juventud como en las personas mayores, sobre tener un consumo ecológico, justo y saludable.
Con este cambio no solo fomentamos un consumo saludable, que es cuanto menos fundamental para nuestras vidas, sino que también hemos logrado combinar buenas prácticas agrícolas del pasado con innovaciones tecnológicas y conocimiento moderno sobre la fertilización del suelo y el manejo de plagas. Esto propicia un ecosistema sano.
El detonante que impulsó el cambio en Vegaverde fue un problema de salud de mi padre que le hizo recapacitar y plantearse los hábitos de consumo saludable y ahondar más en opciones ecológicas. En ese camino asistió a una feria de consumo bio en Alemania, principal mercado de este tipo de productos, y allí acabó de recopilar toda la información necesaria para dar el paso.
Me molesta que se diga que lo ecológico es una moda. Pero creo que poco a poco la gente se da cuenta de que es importante. En Vegaverde creímos en esto desde el principio, antes de que fuese un “negocio”. Todo lo que hacemos es ecológico y, poco a poco, se ha forjado un proyecto con la visión y misión claras de ofrecer una cadena de valor lo más sostenible posible con un producto saludable.
Y a ti, ¿qué te motiva a personalmente para trabajar en el sector agrícola ecológico?
Me parece bonito tener la oportunidad de estar en un proyecto familiar que cree en ello. Considero que tiene un impacto positivo en todos y todas las involucradas/os en el día a día. Siempre tuve claro que quería dedicarme al sector agroalimentario, aunque tuve otras oportunidades laborales. Al final elegí la empresa familiar y no me arrepiento. Creo en el proyecto y cada día me voy a la cama satisfecho.
Una vez que se da de alta la finca como ecológica debe transcurrir un periodo de conversión para sanar el suelo y que vuelva a su ciclo de vida natural.
En el caso de nuestras fincas familiares esa transición a ecológico no supuso mayor dificultad, porque no utilizábamos químicos ni productos fitosanitarios, por lo que el periodo de conversión fue mínimo. En casos puntuales de nuevas fincas adquiridas, el periodo de conversión ha sido mayor para garantizar la fertilización óptima del suelo y el equilibrio de su biodiversidad.
¿Tenéis algún proyecto para proteger a las especies que habitan vuestras tierras?
La protección de la biodiversidad es algo inherente a las fincas ecológicas. Con su preservación [al evitar el uso de químicos], tendemos a un aprovechamiento mayor de los nutrientes del suelo y un aumento de su fertilidad y capacidad de resistencia frente a desequilibrios del sistema. Las cubiertas vegetales que mantenemos de manera permanente en la superficie de cultivo evitan las pérdidas de suelo por erosión y crean refugios para los insectos beneficiosos para los cultivos. Por ejemplo, antes de las lluvias de otoño se plantan especies silvestres como leguminosas (habas, alfalfa o mielgas) en la cubierta vegetal.
En combinación con esas plantas, trabajamos también con una capa de mulching o acolchado formado por restos de vegetaciónque ayuda a prevenir la evaporación del goteo y, por tanto, reduce la huella hídrica entre un 25 y un 30 %.
Además, creamos islas de biodiversidad que fomenten la presencia de especies autóctonas y se potencia la permanencia de insectos benéficos mediante su suelta y mantenimiento.
Exportáis vuestros productos a muchos países. ¿Qué tenéis en cuenta en el transporte para garantizar el mínimo impacto en el medioambiente?
Exportamos a los principales mercados de la Unión Europea, a Canadá, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. En lo relativo al transporte intentamos reducir el impacto con el máximo aprovechamiento de cada viaje. Es decir, tratamos de transportar el máximo de kilos en el mínimo espacio. Para lograrlo, también optimizamos el embalaje con formatos más grandes para optimizar la huella de carbono.
El transporte que más contamina, como bien sabéis, es el aéreo, y tratamos de usarlo lo mínimo imprescindible.
Para el transporte entre la finca y el almacén hemos incorporado vehículos híbridos y tenemos planes para, en un futuro, introducir vehículos eléctricos y de hidrógeno.
Y respecto al embalaje de vuestros productos, ¿qué materiales y procesos utilizáis?
Para el embalaje trabajamos con uno de los principales fabricantes que dispone de un sistema con malla 100 % de celulosa compostable. Somos una de las pocas empresas del sector que dispone de la maquinaria para usar este embalaje. Ahora trabajamos en ampliar este tipo de envasado, pero debemos tener en cuenta que tiene que ser sostenible sin encarecer demasiado el producto.
En algunos mercados, como el francés, en el que está prohibido usar plástico, hemos pasado todos nuestros formatos a embalajes sostenibles.
¿Cómo organizáis la producción de los cítricos para respetar la temporada de cada producto mientras mantenéis el suministro de alimentos?
Trabajamos con muchas variedades de productos y eso garantiza que tengamos producción los 12 meses. Además, nuestras fincas están distribuidas por todo un territorio amplio, desde Castellón hasta Huelva, con lo que reducimos los riesgos meteorológicos, aseguramos un suministro constante y garantizamos frescura y calidad de los productos.
Nuestra estrategia es ampliar cada vez más el calendario de producción con fincas que tengan el microclima adecuado y que puedan funcionar bien en cuanto a agua, instalación de placas solares, etcétera.
¿Por qué decidisteis trabajar con Triodos Bank y cómo es vuestra experiencia?
Triodos Bank ha sido pionero en sostenibilidad, alimentación ecológica y energías renovables, con lo que nos encajaba mucho. Creemos que el banco está alineado con lo que piden las y los clientes, que es saber que el dinero se invierte en proyectos viables a nivel económico y con impacto positivo.
En nuestro caso, hace algunos años compramos y transformamos en ecológica una finca para clementinas y mandarinas con financiación de Triodos Bank. El trato siempre ha sido muy cercano y las personas que nos han atendido siempre han entendido perfectamente nuestro proyecto.
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