Vivimos tiempos de debate sobre la gestión de nuestros datos. En un mundo digital, la cuestión llega a todos los ámbitos de la vida, incluido el del uso de servicios bancarios. La última directiva europea de pagos, conocida como PSD2, cambia la relación entre los bancos y sus clientes, genera nuevas opciones de servicio para los usuarios y plantea la necesidad de ser más conscientes de nuestras decisiones.
Qué cambia con PSD2
Respecto al usuario de banca, la segunda directiva europea de servicios de pago (PSD2, por sus siglas en inglés) aporta un cambio relevante. Destaca el derecho de ordenar a la entidad financiera de la que se es cliente que permita el acceso a sus datos bancarios por parte de terceros, como servicios online o móviles para gestionar las cuentas o hacer pagos.
Este cambio, que ocupa ya a los bancos para estar preparados técnicamente, deberá ser efectivo en todas las entidades financieras europeas en septiembre de 2019.
La medida acordada por los países miembro de la Unión Europea forma parte de los cambios normativos para “hacer los pagos internacionales en la UE tan fáciles, eficientes y seguros como dentro de un solo país (…) y abrir el mercado de pagos europeo a empresas que ofrecen servicios de pago orientados al consumidor y a las empresas”, según la directiva PSD2.
El resultado es que los consumidores ganarán posibilidades de servicio y se permitirá el acceso de grandes y pequeñas compañías tecnológicas a un ámbito hasta ahora dominado en gran medida por los bancos. En paralelo, la normativa requiere a las entidades bancarias medidas de seguridad reforzadas, que hagan posible de forma solvente las nuevas prestaciones.
Triodos Bank, como el resto de entidades, se prepara también para habilitar las nuevas posibilidades de gestión de los usuarios en todos los países donde opera. El foco se ha puesto en aportar claridad para facilitar decisiones conscientes, de acuerdo con los valores como entidad de banca ética.
¿Big data con valores?
El conocido como big data o las posibilidades que abre la tecnología a través de la gestión masiva de todo tipo de datos sitúa a la sociedad ante nuevas encrucijadas.
Barry Devlin, consultor y autoridad en la materia, lanzaba en 2017 la necesidad de una “nueva ética de la gestión de datos”. Lo hacía tras eventos como la revelación de que Google había utilizado registros de transacciones con tarjeta de crédito para analizar el impacto de campañas de publicidad online, empleando tecnología que mantendría anónimos los datos, pero aun así suscitando dudas y debate.
En este sentido, se hace necesario un aprendizaje colectivo, como destaca la iniciativa de consumo responsable Opcions en “Si el servicio es gratuito, el producto eres tú”. Se trataría de tener en cuenta que “cuando navegas, dejas un rastro de datos que permite saber muchos detalles de tu vida” y tenerlo presente cuando elegimos los servicios que deseamos utilizar.
Por otro lado, la misma tecnología big data es la que, por ejemplo, “nos permitirá supervisar el consumo de electricidad u optimizar la eficiencia energética” y que “nos puede empoderar y acercar a una autogestión distribuida de los recursos”, como recogen en el mismo artículo, citando al sociólogo y economista por una transición ecológica Jeremy Rifkin.
En definitiva, también en el ámbito de la tecnología, como en cualquier otro, los nuevos desarrollos no son neutros y sus resultados van unidos a los valores, la libertad y la responsabilidad de las personas que toman parte en ellos.
Texto: Xavier Hervás Vigueras
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