En la primavera de 2014 decidí iniciar una vida sin dinero. Quería ser independiente del sistema financiero y no contribuir al mantenimiento de una economía que, en mi opinión, se centraba únicamente en ganar dinero y obtener beneficios.
Renuncié a mi casa, tiré mi teléfono y apenas salí de mi lugar de residencia en Róterdam: ya no podía seguir pagando todo eso. Cocinaba a cambio de comida, limpiaba a cambio de una cama donde dormir.
Afortunadamente pude contar también con mis amigos, y con personas que seguían mis experiencias a través de mi blog. El dinero ya no desempeñaba ningún papel. El único dinero que sí utilicé fue el Dam: la moneda local de Róterdam que es aceptada por un creciente grupo de empresas de la ciudad como medio de pago. Esa moneda sí quería utilizarla porque me gustaba cómo con ella se fomentaba el emprendimiento local.
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ENTREVISTA EN VÍDEO (EN INGLÉS)
Vídeo de la entrevista a la holandesa Isabel Rupschus (con subtítulos en inglés) dentro de una campaña de Triodos Bank que se plantea qué es la verdadera riqueza.
Poder de cambio
Conocí a personas que nunca habría conocido si simplemente hubiera vivido teniendo dinero. Había muchas personas que querían ayudarme, por ejemplo, ofreciéndome una cama donde dormir durante unos días. Y, tres semanas después de comenzar mi experimento, alguien me ayudó a montar mi propia cafetería. Esa ayuda fue fantástica.
Pero también me llevó a afrontar los hechos: vivir sin dinero me hacía dependiente de los demás. Si necesitaba algo, debía esperar a lo que me ofrecieran otros. No podía elegir yo misma. De ese modo tomé conciencia de que el dinero tiene un poder de cambio. Si tienes dinero, tienes influencia. También como consumidor.
Comprando artículos fabricados de forma sostenible incitas a las empresas a ser responsables con el mundo. Cuando renuncias al dinero, abandonas también tu poder de cambio. Esa fue una razón importante por la que me planteé críticamente si vivir sin dinero era la elección correcta.
Empecé a considerar el dinero como energía, y como consumidora podía decidir dónde quería destinar esa energía. ¿A consumir sin tener en cuenta las consecuencias negativas? ¿O a un cambio positivo? Vi que tenía elección.
Mayor conciencia sobre el consumo responsable
Después de cinco meses sin dinero, frenéticos, aunque enriquecedores, decidí sumarme de nuevo al sistema financiero convencional. Pero esta vez de una manera distinta a la anterior.
Gastando mi dinero en cosas que no ponen en peligro el planeta o perjudican a las personas o a los animales estoy emitiendo una opinión.
Una opinión a favor de consumir de manera consciente y en contra de consumir de manera inconsciente. Beneficio adicional: compro mucho menos que antes. El deseo de comprar todas esas cosas se ha transformado en la toma de conciencia de que no necesito tanto. Esa es para mí la verdadera riqueza.
Texto publicado originalmente en De Kleur van Geld, revista de Triodos Bank Holanda
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