Tras la reciente decisión del Reino Unido de crear un Ministerio de la Soledad, analizamos con expertos por qué la situación preocupa también en España y las principales claves para actuar.
En los últimos años, hemos conocido que la soledad nos puede dañar incluso más que fumar 15 cigarrillos al día, según un trabajo de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. O que, si la evitamos, es posible reducir en un 50% el riesgo de muerte prematura, según otra investigación de gran alcance presentada en el mismo país. En este sentido, se indica que la incidencia social de la soledad podría representar, además, un problema económico mayor que la obesidad para el sistema sanitario.
En el Reino Unido, donde 9 millones de personas se encuentran en situación de soledad, el pasado enero se instituyó el Ministerio de la Soledad. En España, 4 millones de personas afirman que sienten soledad a menudo, según un informe de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. “Somos un país con buen capital relacional pero esto se está perdiendo poco a poco”, apuntaba Gustavo García, coordinador del estudio.
En la decisión británica, Cristina Páez, directora técnica de Fundació Salut Mental Catalunya, entidad que trabaja con Triodos Bank, ve una medida apropiada: “Es una idea interesante, ya que muestra la sensibilidad del Gobierno por un problema de índole social que a la vez genera un gran gasto sanitario. Entiendo que se trata de una mirada global a todas las políticas, de vivienda, sanitarias, laborales y sociales. Sin embargo, la soledad de ciertos grupos de población no es más que el síntoma de un modelo económico y social que tenemos actualmente en los países del primer mundo”.
Primer paso: entender el problema
El estudio profundo del problema de la soledad es relativamente reciente. La soledad en España (2015, Fundación ONCE y AXA) fue uno de los primeros trabajos de gran alcance al respecto, con una encuesta realizada a más de 1.200 personas en nuestro país.
Muestra, por ejemplo, qué proporción de la población vive sola de forma voluntaria y no deseada.
También especifica que “no es lo mismo aislamiento social y soledad. Se puede estar socialmente aislado y no sentir soledad; y estar socialmente muy acompañado y sentirse solo”.
Páez incide en que “la vejez es una época especialmente vulnerable, sobre todo para las mujeres, ya que su esperanza de vida es mayor que la de los hombres, puedan estar solas y sentirse, algunas de ellas, solas si han centrado su vida en el cuidado de la pareja, de los hijos y de sus mayores”.
Por otro lado, “se envejece tal y como se ha vivido. Si la persona ha tenido una vida rica en relaciones sociales, en la participación en la comunidad, en la realización de lazos de amistad, de voluntariado, de ayuda mutua… envejece rodeada de mucha gente y de redes sociales, familiares y de amigos que favorecen su calidad de vida física y emocional. Si la persona ha cultivado una vida individual y cerrada en sí misma, en su pareja, en su familia y el cuidado de sus hijos y en su trabajo, cuando envejece, lo hace sin haber aprendido a vivir y a desarrollar estos lazos y vínculos que le permitirán sentirse más arropada en su comunidad”.
Por su parte, Rafael Luque, CEO del Grupo ADL, que se dedica a la atención a personas mayores y dependientes, destaca que “es importante que familiares y personas del entorno convivan y se relacionen habitualmente con la persona dependiente, para promover el mayor grado de autonomía posible en cada momento de la vida”.
Respuestas múltiples para un fenómeno social
Según el estudio de Fundación ONCE y AXA, los amigos y la familia son el principal apoyo en los casos de soledad. Igualmente, “existe un amplio consenso respecto a que las instituciones públicas deben ocuparse de la soledad”.
En la misma dirección, se hace imprescindible el trabajo de entidades sociales que, en colaboración con las administraciones, afrontan cada día el reto de responder a la soledad. Para Luque, se trata de una cuestión de derechos, en particular en relación con los dependientes: “La sociedad contemporánea debe asumir la plena inclusión de personas mayores, dependientes o con discapacidad como una cuestión de derechos e igualdad de oportunidades”.
Desde recursos sociales como los del Grupo ADL –con financiación de Triodos Bank– promueven “programas de ayuda, participación y enriquecimiento personal dirigido a personas usuarias, familiares y auxiliares; a través de sesiones, por ejemplo, de risoterapia, musicoterapia o reciclaje y que engloban técnicas y herramientas centradas en el autocuidado, la autoestima, la autonomía y el control de emociones”.
En el caso de una organización como Salut Mental Catalunya, que agrupa a las principales entidades de este ámbito en la comunidad, se hace hincapié en prevenir el aislamiento ante una situación difícil. “Si partimos de que el diagnóstico de un trastorno mental ya genera un fuerte impacto emocional en la persona afectada y en su familia que retrasa enormemente la incorporación de esta a su red social, de amistades, escolar y laboral, cuando no la mantiene aislada y alejada de su entorno durante muchos años, la fundación tiene un papel muy importante en la gestión de programas y servicios que se ocupen de acompañar a este colectivo hacia el establecimiento de redes y de una participación comunitaria que evite la soledad”, explica Páez.
El factor tiempo
La existencia de una mayor conciencia sobre el problema de la soledad está detrás de actuaciones como la anunciada recientemente por el Ayuntamiento de Madrid, con proyectos piloto en los barrios de Trafalgar y La Ventilla para fomentar “redes comunitarias”. Desde el Consistorio señalan que ya existen múltiples recursos sociales, pero que la cuestión es aumentar su visibilidad y uso.
Como explica Páez, la soledad no se ciñe a colectivos como las personas mayores. También la sienten “muchos jóvenes, aun viviendo en familia y estando académica o laboralmente activos y conectados de forma continuada a las redes sociales. Es otro tema mucho más grave, por lo estructural que resulta, y mucho más peligroso, por los trastornos mentales que puede llegar a generar”.
Páez ve una causa profunda para lo que muchos llaman la enfermedad o la epidemia del siglo XXI: “Tendríamos que analizar la soledad que sienten niños, jóvenes, madres, abuelos, empresarios, moribundos o médicos por el hecho de que vivimos en una sociedad organizada para producir, tener, acumular y conseguir. Y en la que valores como la escucha, la amistad, la palabra, el elogio, el reconocimiento, la mirada, la ternura, la pasión o la confianza –valores todos ellos en los que el factor tiempo es imprescindible para que las relaciones se generen entre las personas– no existe”.
+ La contribución de Triodos Bank al sector social.
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