Todos consumimos aceite de palma. Está en el 50% de los productos cotidianos que se venden en Europa, desde galletas y sopas a pasta de dientes y champú.
Lanzamos una mirada sobre los problemas de salud, sociales y ambientales relacionados y compartimos estrategias planteadas desde un enfoque de consumo responsable. Objetivo: afrontar la realidad compleja derivada de un producto casi omnipresente.
Qué problema hay con el aceite de palma
El aceite de palma es un ingrediente habitual de la industria. Tiene ventajas como favorecer la conservación de los productos o aportar cremosidad sin afectar a otras propiedades, como el olor. Todo ello con un coste de producción reducido, al necesitar menor superficie de cultivo que otros aceites. Características como estas han impulsado una demanda que, por ejemplo, se ha multiplicado por 6 en Estados Unidos desde el año 2000.
Sin embargo, este aceite vegetal se ve señalado como poco saludable para el consumidor por su condición de grasa saturada. Y, especialmente, por los múltiples impactos negativos de su producción. El aumento de la producción ha ido de la mano de la destrucción, para la plantación de monocultivos de palma, de selvas tropicales de gran valor ecológico. Desde 1990, solo Indonesia ha perdido 31 millones de hectáreas de bosque, una superficie casi del tamaño de Alemania, según un estudio de Greenpeace.
Destaca también el uso intensivo de plaguicidas, tan nocivos para la biodiversidad como para la salud de los productores o la violación de derechos humanos, desde la utilización de mano de obra infantil al desplazamiento de comunidades locales y el uso de sus tierras comunales.
Son impactos ampliamente documentados, por ejemplo a través de un trabajo monográfico de la iniciativa de periodismo de investigación Carro de combate. Aspectos que, además, ha reconocido la propia industria que, por otro lado, también pone el foco en que el auge del aceite de palma ha ayudado a luchar contra la pobreza.
Para reaccionar, han surgido estrategias diferentes, con el punto en común de arrojar luz sobre la realidad del aceite de palma y plantear oportunidades de cambio.
1) Reducir el consumo
Múltiples supermercados e incluso grandes superficies se han comprometido públicamente a eliminar o reducir los productos con aceite de palma que ofrecen.
En esta línea, fue pionera la cadena de supermercados ecológicos SuperSano, que anunció en octubre de 2016 la medida, justificándola en la demanda de sus clientes y la problemática de salud, social y ambiental del aceite de palma.
“Ha supuesto una decisión complicada porque hemos tenido que reducir nuestro surtido de productos de panadería, pastelería, bollería, galletas, chocolates, cremas para untar, snacks, etc., pero queremos ser coherentes con nuestros principios”, explicaba Jesús Sánchez, gerente de SuperSano, una empresa que ha recibido financiación de Triodos Bank por su compromiso con la distribución de alimentación ecológica.
2) Elegir productos certificados
Ante el impacto del aceite de palma y su relevancia social y económica, la organización ecologista WWF tomó en 2012 la iniciativa para encontrar formas de mejorar las condiciones de producción.
De ella nació la Mesa Redonda por el Aceite de Palma Sostenible (RSPO, según sus siglas en inglés) que ha conseguido agrupar a los responsables del 50% de su producción mundial. El trabajo de WWF y RSPO derivó en la creación de una certificación de aceite de palma sostenible que busca estimular un cambio general en el sector.
Para conseguir este sello, los productores deben acreditar ante un auditor independiente 6 cuestiones:
- Condiciones de trabajo dignas
- Protección de los derechos sociales y territoriales de las comunidades locales
- No deforestación de bosque primario para las plantaciones
- Protección de la fauna salvaje
- Medidas contra la emisión de gases de efecto invernadero
- Control de la contaminación industrial
Hoy, el 20% del aceite de palma producido en el mundo cuenta con esta certificación, un progreso significativo, pero aún minoritario. En este sentido, Greenpeace ha valorado como “desigual” la implicación de las grandes marcas para frenar la deforestación en Indonesia por el aceite de palma, reconociendo solo a algunas haber avanzado en materia de transparencia en su cadena de suministros.
El éxito de la iniciativa depende también de la difusión y valoración de este sello entre consumidores e inversores.
En este sentido, por ejemplo, Triodos Investment Management, la gestora de fondos de inversión responsables del Grupo Triodos, ha incluido en sus criterios de exclusión aquellas compañías que utilicen aceite de palma no certificado.
3) Hacer un consumo más equilibrado en general
Para Nazaret Castro, de Carro de Combate, la problemática del aceite de palma va más allá y tiene una relación estrecha con el funcionamiento del sistema económico y comercial, en el que también podemos influir como consumidores.
La periodista sugiere elegir aproximaciones como la de la alimentación ecológica: “La agroecología implica un reparto justo de la tierra, supone capacidad de los productores para cultivar alimentos saludables y venderlos a un precio justo, y requiere de nuestra inventiva para crear nuevos canales de distribución que superen el actual cuello de botella que suponen los intermediarios”, indica en un artículo en el que advierte que el boicot al aceite de palma tiene, a su vez, consecuencias sociales en los países productores.
Para saber más
+ Sobre los impactos de la industria del aceite de palma (Carro de Combate)
+ Sobre la certificación de aceite de palma sostenible (RSPO)
+ Sobre la financiación de agricultura ecológica y comercio justo de Triodos Bank
¡Muchas gracias por tu comentario!
Por favor, confirma tu comentario haciendo clic en el enlace del e-mail que has recibido.